
Arquetipos del pasado: Los doce espías
En este post os quiero hablar de nuevo de los arquetipos del pasado para adoptarlos en nuestra vida presente. En esta ocasión tomaré la historia de Los Doce espías: los diez y los dos.
Según cuenta la Biblia, los israelitas iban a tomar posesión de una tierra que manaba leche y miel. Así se lo había prometido el Dios, quien los sacó de la esclavitud de Egipto mediante portentos milagrosos, incluido el abrirles un camino seco por entre el Mar Rojo, pero al parecer ellos no estaban del todo convencidos, como se desprende del relato, que el propio Moisés hacen en Deuteronomio 1: 19-21.
Es por este motivo que Dios en Números 13:1 le dice a Moisés que mande a espías, uno por cada tribu, pero que fueran los jefes de entre ellos, es decir, personas de responsabilidad, de las que tienen la potestad de tomar las decisiones del grupo.
Durante cuarenta días estuvieron reconociendo la tierra y a los habitantes, después de los cuales volvieron donde el campamento, trayendo muestras de los frutos de la tierra.
Informe sobre la tierra prometida
Efectivamente, los doce espías reconocieron que la tierra en la que se proponían entrar era muy rica (Números 13: 27), pero acto seguido pasan a enumerar lo poderosos que parecían aquellos pueblos y a decirle que ellos no podrían conquistarlos (Números 13: 31).
Pausemos un momento para reflexionar: ellos habían salido de Egipto, ¿serían alguno de aquellos pueblos más poderosos que el impresionante Egipto? Seguramente no, como veremos en otra ocasión, ya que era la primera conquista de estas tierras 40 años después de la ciudad amurallada de Jericó.
Arquetipo para nuestros tiempos
Cada día, cada uno de nosotros tenemos que enfrentarnos a la conquista de nuestra tierra prometida.
Importantes gurús, maestros, coach, nos repiten una y otra vez hasta la saciedad que tenemos a nuestro alcance todo aquello que podamos necesitar o desear. Nos dan pautas y nos proponen maneras de conseguir hasta nuestro más inverosímil deseo.
Evidentemente, para conseguirlo tenemos cosas que hacer y cosas que dejar de hacer. Pero todo se nos dice. Depende de nosotros, y de nadie más que nosotros. Tenemos que aprender las destrezas de aquello que deseamos y no quedarnos solo en el deseo.
El niño y el helado

Un día de feria, un niño disfrutaba de la fiesta paseando de la mano de su padre. Pasaron por un puesto de helados y el niño le pidió a su padre uno de aquellos conos con una gran bola de helado. El padre le sugirió que tal vez sería mejor el helado de vasito que se puede comer con cucharilla, pero el niño quería el precioso cono de galleta, con una gran bola de helado. Por fin su padre accedió y ni os podéis imaginar la cara del pequeño mirando aquella preciosa bola de helado en su cono, aquella expresión de placer casi lujuriosa.
Sacó su lengua para darle un buen lametazo, pero lo hizo con tanta vehemencia, que empujó demasiado fuerte la bola del helado y se le cayó al suelo, arruinándolo.
El pequeño comenzó a llorar con desconsuelo, y finalmente el padre le dijo que le compraría otro. Pero cuando regresaron al puesto de los helados, el niño pidió un cono doble con dos bolas de helado.
¿Qué hizo el padre? Tal vez, como es un día de feria… ¿debería consentir a su hijo?
Piensa. Si el niño no ha estado capacitado para apañárselas con una bola de helado y la ha arruinado, ¿crees apropiado concederle el doble? ¿Cómo le puedes exigir que pueda manejar correctamente el cono de dos bolas si no ha podido con una?
Si quieres algo, demuestra que lo puedes manejar.
En busca de nuestra tierra prometida
Cada día tenemos la posibilidad de conquistar nuestra tierra prometida, cada mañana al despertar tenemos la oportunidad de entrar en la tierra que mana leche y miel, o de sentir que los demás a nuestro alrededor son gigantes y nosotros solo unos saltamontes.
Todo depende del informe que te traigan los espías. ¿Y quiénes son los espías? Los espías son nuestros miedos, nuestros complejos, nuestro lado oscuro.
Los arquetipos
Nuestra tierra prometida es todo aquello a lo que nos tenemos que enfrentar día a día. Pueden ser nuestras tareas en el hogar, el trabajo que nos provee el sustento, nuestros estudios o aprendizajes, nuestras relaciones filiales, románticas, sociales, laborales, etc. Cualquier cosa que tengamos que hacer cada día.
Es decir, nuestro día a día es nuestro cono de galleta con la gran bola de helado, y tendríamos que superarlo con éxito y satisfacción para demostrar que podemos con algo más.
El Moisés es nuestra conciencia, manejada entre bastidores por la subconsciencia, que está formada por cantidad de sentimientos, temores, frustraciones, complejos, traumas… Todo esto, abarcando los dos polos, tanto positivos como negativos.
Está claro pues que, al enfrentar un nuevo día, nuestros doce espías (el subconsciente) tendrían que decirle a Moisés (nuestro consciente) cómo tenemos que afrontar las tareas: con entusiasmo e ilusión. Éstas, por humildes que sean, son nuestra gran bola de helado y lo que demostrará a nuestro padre (llamémosle Dios, Universo, Gran Espíritu, o como sea que tú le llames) es que podemos con gestas aún más grandes.
Los diez y los dos espías
En algunas filosofías el número ‘diez’ representa lo completo en cuanto a los asuntos terrenales, en cuanto al mundo físico. Tenemos diez dedos en las manos para asirnos firmemente de la materia, tenemos diez dedos en los pies para estar bien anclados al suelo, tenemos un sistema de medida y de conteo decimal, que nos permite tener un concepto de espacio. Es decir, para los humanos el número diez es lo completo, lo mejor. Entonces… ¿Cómo no prestar atención a los diez espías?
El numero dos representa la dualidad, la noche y el día, el frío y el calor, el hombre y la mujer, el amor y el odio, el ying y el yang, y lo más importante, lo espiritual y lo material.
Según esto, prestar atención a los dos espías que traían un buen informe tenía la ventaja de que alineaba la expectativa de lo que el Gran Espíritu deseaba darnos con lo que, como humanos, merecemos y El Universo quiere que disfrutemos.
Los diez nos condenan a vagar por el desierto

Teniendo, pues, claro que los diez espías negativos son nuestro subconsciente, nuestros complejos, nuestro lado oscuro… haremos bien en aportar luz a estas zonas de nuestro ser. Lo haremos por medio de analizarnos cada día, con la intención de mejorarnos cada día, pues siempre, siempre, conforme vayamos superándonos, seguiremos teniendo cosas en las que mejorar.
Y si de momento estamos perdidos por el desierto, llamemos de nuevo a los dos espías, es decir, a los que aúnan lo material y lo espiritual y que de nuevo nos expliquen sus razones.
Vivimos en un mundo material, por eso es difícil alimentar adecuadamente, nuestra espiritualidad.
Sal del desierto, y conquista tu tierra prometida.
Gracias por tu atención.

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