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Relatos,  Vivencias personales

Educar en valores

Eran las vacaciones de la pascua florida en el colegio de sus nietos. Como siempre que eran vacaciones y los padres aun trabajaban todos los nietos estaban en casa de los abuelos.

Uno de esos días el abuelo fue con el más pequeño de los chicos a la carnicería de un gran supermercado, mientras los demás se quedaron con la abuela.  El abuelo hizo su comanda a la carnicera, quien enfundó su mano izquierda en un guante de acero, mientras que con la derecha tomaba el más grande de los cuchillos que tenía a su disposición. El niño miraba entre sorprendido por el tamaño del cuchillo y horrorizado por cómo se descuartizaba aquel pollo.

El abuelo sabía que las mentes de los pequeños son muy impresionables, y que algunas veces hasta las cosas más cotidianas para los mayores pueden suponer un trauma para ellos, así que se dispuso a darle una explicación.

_ ¿Te das cuenta que gran profesional es esta señora? – Preguntó al niño en tono de satisfacción para que el pequeño comprendiera que estaba ante un trabajo artesano. 

El niño miró interrogativo a su abuelo sin decir nada y este prosiguió.

Valores como el agradecimiento

– Como buen profesional ha elegido el mejor cuchillo para poder trocear la carne sin causarle mellas que afeen los trozos, pero además ha usado los guantes que en caso de accidente impedirían que se lastimara. El trabajo de la carnicera es muy importante, porque a nosotros nos facilita nuestro trabajo.

El niño no entendió eso, el abuelo trabajaba en el pequeño huerto familiar y la abuela solo atendía la casa, por eso se atrevió a preguntar.

_ ¿Cómo nos facilita el trabajo?

_ Pues como ves su trabajo es peligroso, usa herramientas que necesitan mucha destreza para manejarlas, como es ese gran cuchillo y el guante metálico, además nosotros no sabríamos hacer esos cortes tan limpios, a nosotros se nos astillarían los huesos y podríamos lastimarnos al comer, su trabajo es muy importante para nosotros.

El niño miraba nuevamente la destreza de la carnicera ahora con más simpatía. Cuando esta terminó y le ofreció el paquete al abuelo, quien tomando a su nieto en brazos le pregunto.

_ ¿Qué deberíamos de hacer ahora con una persona nos ha ayudado tanto?

_ Darle las gracias -contestó el niño.

_ Eso es – dijo el abuelo, y cogiendo el paquete le dijo a la carnicera – Muchas gracias ha sido usted muy amable.

El abuelo se alejó con el niño mientras la carnicera limpiaba una lágrima que se había escapado de sus ojos, nunca nadie había mostrado tanto respeto por su trabajo.


Esta al igual que otras muchas experiencias que encontraras aquí, es real. Me agradaría saber si la consideras apropiada o si tú tienes alguna experiencia que te gustaría contarme, de ser así lo puedes hacer al correo.

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