El regalo de los abuelos
Los abuelos tenían por costumbre al terminar la jornada pasar un tiempo en el salón, el abuelo sentado en su sillón leyendo y la abuela frente a su pequeño escritorio, repasando la porción que había escrito de madrugada del nuevo libro.
Ani de niña pasaba con ellos muchos fines de semana, al igual que otros de sus primos, puesto que la casa de los abuelos era el punto de reunión de todos. Los abuelos vivían en el campo y a los niños les encantaba pasar allí parte de sus vacaciones y corretear por el exterior de aquella casa, llena de estímulos.
Una tarde cuando contaba seis años, y mientras parte de sus primos más activos seguían correteando entre los arboles de la parcela, ella se acercó al escritorio donde su abuela corregía su trabajo diario y le preguntó intrigada porqué hacía aquello que, para ella, era un trabajo tedioso.
-Abuelita, ¿por qué escribes tanto? – la abuela, comprendiendo la frustración de su pequeña nieta, trató de explicárselo.
-Oh, pues porque es muy gratificante crear narraciones para que otras personas las puedan leer y reflexionar sobre ellas, en momentos como este que estamos viviendo nosotros ahora.
A la niña aquello le pareció interesante y aseveró:
-Yo, cuando sea mayor, también escribiré libros como tú.
-Ah, para eso no hace falta que esperes a ser mayor, puedes hacerlo ya, sólo tienes que coger una hoja de papel y escribir algo que te haya sucedido o que te gustaría que sucediese, incluso puedes añadir algún dibujo y cuando tengas muchas hojas con cosas escritas ya será un libro.
-Vale -dijo Ani animada.
Cogió del cajón del escritorio donde sus abuelos los guardaban un folio, tomó un lápiz y la cestita de las ceras de colorear, se sentó en el suelo y comenzó a pie de página a dibujar una especie de pequeños arcos en fila unidos los unos a los otros, luego otra fila que se sobreponía con la primera en algunos puntos. Cuando llevaba seis filas considero que ya eran suficientes para expresar el mar. Un poco más arriba dibujó unos pequeños monigotes, y por fin en lo más alto, con aquella escritura primeriza de los siete años, escribió algo sobre la playa. Por fin, orgullosa de su trabajo, le entregó la hoja a su abuela.
-Mira, ya he escrito un relato!
-Muy bien- felicitó la abuela a la niña, mientras esta le explicaba el significado de cada detalle de su dibujo.
Aquella escena se repitió frecuentemente en sus visitas a casa de los abuelos en los próximos años. Sin embargo, según fue creciendo y su habilidad por la lectura fue mayor, pasaba más tiempo enfrascada en los hermosos cuentos que el abuelo guardaba. Poco a poco dejó de pintar aquellas escenas narradas que, por otra parte, nunca adornaron la nevera de los abuelos.
Con el paso de los años visitó a los abuelos con menos frecuencia, pasaba más fines de semana y más vacaciones con sus amigos, aunque nunca dejó de estar en contacto con ellos y les escribía cartas regularmente contándoles sus vivencias sus frustraciones y sus sueños. Pero también las cartas fueron cada vez más distanciadas en el tiempo.
Regalo de los abuelos
Pasó el tiempo contado en años y llegó el día en que los abuelos anunciaron que iban a celebrar las bodas de oro, sorprendiendo a todos, ya que los abuelos nunca habían celebrado aniversarios.
Todos sus hijos con sus respectivas familias acudieron al evento, a pesar de que algunos vivían a muchos kilómetros de distancia, todos entendieron que era una ocasión especial. Los abuelos estaban mayores y era la ocasión perfecta para reunirlos a todos.
Fue un día especial, los abuelos no solo habían preparado un festín para la ocasión, también tenían regalos para cada uno de los invitados. Los regalos tenían que ver con las aficiones y las destrezas de cada uno. Había una cámara de fotos, aperos de pesca, patines de hielo, una amasadora de pan, un balón de fútbol. Cada cual recibía su regalo según su habilidad, entre risas, aplausos y el jolgorio de los presentes.
Los abuelos habían dejado a Ani para que fuese la última en recibir su regalo, nadie podía imaginar cuál sería, ni siquiera la propia Ani. Ella no tenía ninguna habilidad, ni ninguna afición especial, a excepción de husmear por aquella maravillosa multitud de libros que los abuelos tenían por todas las habitaciones.
Todos guardaron silencio expectantes, mientras Ani desataba la cinta que sujetaba la envoltura de su regalo.
Ani se sintió turbada al ver aquello. Era un libro de fabricación artesanal, las tapas estaban forradas de una preciosa tela azul y en el centro tenía un recuadro con una foto de ella a los siete años. El titulo estaba bordado con un precioso y brillante hilo rosa:
Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando al abrir el libro vio todos aquellos dibujos con sus pequeñas narraciones que los abuelos habían guardado durante todos aquellos años.
Cuentan las crónicas que pocos años después del regalo de los abuelos Ani publicó su primer libro.