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Reflexiones

¿Te han clavado una frase?

Diré y repetiré hasta la saciedad que hay alguna frase, incluso palabras, que son herramientas fabulosas, joyas dignas de ser enmarcadas (Proverbios 25:11). Pero también son armas asesinas, que pueden matar el amor propio de una persona, lo que las empuja a no querer vivir o a vivir en constante angustia.

Existe el que habla irreflexiblemente como con las estocadas de una espada

Proverbios 12:18

¿Qué hace que las palabras tengan tanto poder? Pues la intención con que se pronuncian, pero no la intención que tú conscientemente dirías que has tenido, sino esa intención solapada de la que ni siquiera eres consciente.

Es decir, no solo es lo que decimos, sino cómo lo decimos y cuál es la intención inconsciente con las que lo decimos.

Analicemos unos casos de frase poco afortunada:

CASO 1

Una mujer con minifalda se agacha, un grupo de hombres que van por la otra acera comienzan a darse codazos para que sus compañeros miren, mientras hacen observaciones groseras. El único hombre del grupo más comedido y respetuoso con las mujeres les dice:

– Vale chicos, no digáis más burradas que es amiga mía.

Si le preguntaras al hombre que defendió a la mujer, te diría que se sintió molesto por el comportamiento de sus compañeros y no quería que terminaran por ofender a una mujer. Pero la verdadera motivación de su frase era presumir que aquella mujer que tanta excitación les había provocado se contaba entre sus amigos.

CASO 2

Un niño pequeño al salir de la piscina pide su toalla tiritando de frío. El entrenador jocoso le dice:

– Vamos chaval, si no hace tanto frío ¿o es que eres una nenaza?- El resto de compañeros del niño corean ¡Nenaza, nenaza!

El pequeño enferma, se niega a ir a la piscina nunca más, nunca aprendió a nadar lo cual limitó su vida de adulto.

El entrenador dirá que con su frase él lo que pretendía era quitarle importancia a tener un poco de frío al salir del agua y al decirle “nenaza” lo que pretendía era que el niño se creciera.

CASO 3

En una fiesta de adolescentes, la mamá de la anfitriona reparte una nueva tanda de bocatas a los amigos pero al llegar a su hija le dice:

– Tú otro no, que al final no vas a caber en tu vestido.

Todas las amigas se ríen, la joven anfitriona después de unos segundos de desconcierto, coge otro bocadillo y se lo come, aquella misma noche se toma sin decir nada laxantes.

A partir de ese día la joven, entra en periodos de comer en demasía, para luego vomitar o laxarse.

La madre dirá que con su frase solo pretendía vigilar por la salud de su hija.

CASO  4

Este caso es raro, real como los anteriores, solo que se solucionó pronto. Salió a colación en una charla de bioneuroemoción y es muy ilustrativo sobre cómo algo dicho sin pensar, puede afectar a una persona.

Una señora reconoce ante la terapeuta que le dan asco los plátanos, la terapeuta no comprende que diga asco y le pregunta: “¿Es asco o es que les tienes alergia?”, pero la señora se reafirma.

– Asco, sí mucho asco. – Entonces la terapeuta pregunta, ¿eso te ha sucedido siempre?

– No, que va, de pequeña podía comerme más de cinco al día, pero una vez mi madre muy enfadada me dijo “deja de comer tantos plátanos que te vas a convertir en mono”.

– ¿En mono de verdad?

– Sí, en mono con pelo y todo.

Al contar esta anécdota de la cual no se acordaba, y surgió así espontáneamente, la señora se dio cuenta que fue el impacto de las palabras de su madre y el pensar que se podía trasformar en mono, lo que había hecho que les tuviera asco a los plátanos.

Una vez que ella sola reconoció el problema al traerlo al consciente, este desapareció y aquel mismo día al llegar a casa le mandó una foto a la terapeuta comiéndose un plátano.

CASO 5

Una joven, monísima, pequeña, delgadita, se queda embarazada, por lo que el joven la que hizo concebir se casa con ella. Cinco años después ya no la soporta y se separa de ella. Cuando ella le preguntó el porqué, él le respondió que le daba repelús estar con ella porque le parecía una niña.

Después de la separación, ella se operó para incrementar su pecho, pero con todo era incapaz de atraer a una pareja estable más de un par de noches. Años después, Sanidad informó que ese tipo de prótesis de pechos daban problemas y se los tuvo que quitar.

Lo que tú dices y lo que yo entiendo

Es cierto que en la mayoría de los casos, al igual que los que hemos mencionado aquí, la intención de la persona que desencadena el trauma no era el de producir ningún daño con su frase, y no tiene porqué culparse. Sin embargo, eso no nos exime de si nos damos cuenta de que vez tras vez que lo que decimos no sienta bien, tenemos que pausar y pensar que podríamos hacer para poder decir lo que queremos decir sin hacer daño a los demás. Tal vez sería oportuno un curso de Inteligencia emocional o de Neurocomunicación. Y no vale decir que haga el curso el otro que es el que tiene el problema, porque resulta que el problema lo tienes tú, que no eres capaz de darte cuenta de la madurez de la persona a la que hablas o de la situación en que dices las cosas.

La madurez de quien escucha

El caso de los plátanos nos causó a todos mucha hilaridad, pero es una muestra de que la criatura no tenía la madurez para saber que su madre estaba usando una hipérbole. Y otra cosa que muestra lo poco atenta que estaba esta madre a ciertas cosas es que después no le preocupó que su hijita ya no comiera más plátanos en su vida.

En el caso del niño que tenía frío (caso 2) es típico de nuestra cultura, queremos que todos sean y se comporten uniformemente, sin tener en cuenta el estado en que se pueda encontrar una persona en determinado momento o simplemente tener una sensibilidad diferente. Lo ocurrido le sucedió a un niño que se le llamó nenaza, si hubiese sido una niña la etiquetarían de ñoña malcriada.

Está claro que somos los adultos, tengamos los años que tengamos que debemos aprender a comunicarnos.

Las circunstancias

Las mismas palabras en otro contexto no dañan lo mismo. Aquí podemos mencionar el Caso 3, donde la madre a pesar de estar preocupada por el peso o volumen de su hija, la fiesta de cumpleaños de su hija y frente a todos los amigos no era el momento de expresar esa preocupación. La joven se sintió avergonzada delante de sus amigos.

Tal vez, si realmente pensamos que alguno de nuestros hijos puede tener un problema con el peso, deberíamos comentar con el hijo en cuestión algo parecido a esto:

– La mamá está pensando que debemos coger cita con el pediatra, porque últimamente a pesar de que no hemos modificado nuestra forma de alimentarnos, parece que estas reteniendo grasas, tendremos que asegurarnos de que todo funciona bien.

Esto, claro está, siempre que no quieras que tu hijo entre dentro de un prototipo que no corresponda con su estructura. Cada persona tenemos una estructura y no tenemos por qué entrar en parámetros que no se corresponden con nosotros.

Todos tenemos alguna frase

Lo cierto es que todos tenemos alguna frase clavada en la mente y en el corazón, que nos sigue doliendo, aunque la persona no lo dijera con la intención de hacernos daño. Es como cuando nos dan un gran pisotón si querer encima de un callo que ya de normal nos duele. Puesto que sabemos lo que duele, tenemos que procurar no causar nosotros un mal semejante.

Espero que sea de provecho este post.

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