
Hojas caídas
Los hechos acaecidos en nuestra vida son como hojas caídas que acolchan el sustrato a nuestro alrededor, que nos proporcionan los nutrientes que nos sostendrán durante nuestra existencia. Porque en el trascurso de nuestra vida asistiremos una o más veces a contemplar nuestra vida como si fuera algo ajeno a nosotros, algo que nosotros no hemos elegido y que no hemos podido controlar.
Y ciertamente, así es los primeros años de nuestra vida, donde estamos condicionados por nuestra genética, nuestra situación económica, nuestra educación, y todas aquellas cosas que nos irán encasillando durante nuestra infancia.
Después, la escuela, los maestros y compañeros, el entorno social, nos irán dibujando para que encajemos en aquel sitio donde estamos, hasta que poco a poco, entramos en una especie de crisis. De pronto nos preguntamos si todo por lo que hemos pasado, si todo eso que hemos vivido, realmente ha sido lo mejor para nosotros, o simplemente hemos sido un complemento más que otros han gozado o han sufrido, y nos preguntamos si realmente queremos que todo siga siendo así.
Primera crisis existencial

Esta será nuestra primera crisis existencial.
Sucederá al tiempo de la adolescencia y, dependiendo de su intensidad, nos arrastrará por territorios espeluznantes, que normalmente viviremos en soledad. Cada vez nos separaremos más de nuestros progenitores hacia quienes incluso en algunos momentos podemos tener sentimientos negativos, es una época en que las drogas, la tristeza, las autolesiones, incluso el suicidio coquetearán con uno.
Dales espacio
En este momento crucial es cuando los padres tenemos que estar, sin estar, es decir, les tenemos que dar a los hijos el espacio para que se sientan libres, y al mismo tiempo estar lo suficientemente cerca, para poder ayudarlos en caso de necesidad. Esto no significa librarlo de sus responsabilidades. Ser libres significa, yo quiero algo, yo trabajo para conseguirlo, yo soy el responsable, salga bien o mal. Si consigo un vaso de leche, soy libre de tomármelo o de repartirlo, si se me derrama un vaso le de leche, soy quien lo limpia.
Lo que debemos hacer y lo que no
Lo que siempre, siempre, deben hacer los padres es alegrarse de los logros de sus hijos, aunque no sea eso lo que ellos hubiesen deseado para sus ellos, y si está en sus manos, prestar ayuda. Lo que nunca, nunca, deben hacer los padres si la cosa sale mal es decir que ellos ya lo sabían. Más bien, tratarán de ver los puntos positivos de cada situación. Porque seamos sinceros, las cosas nunca salen como uno se las imagina, pero eso no quiere decir que sea un fracaso, sino que se dio un paso hacia algo en el futuro. O acaso ¿esto que tú estás viviendo ahora es lo que habías planeado para ti hace cinco años? Posiblemente no, simplemente porque no se puede prever todo.
La vida es como conducir un coche por la noche por una carretera desconocida, sólo vemos hasta donde alcanzan las luces de nuestros faros, y lo que puede parecer una autovía segura, de pronto puede estar llena de socavones, o alguien que circulaba antes que nosotros haber tenido un accidente y estar todo el trafico retenido.
No, todo no se puede prever y algunas veces ni siquiera puedes dar marcha atrás. Te quedas retenido en el proyecto hasta que los asuntos se van solucionando. Lo importante es saber a dónde vamos y el camino se irá mostrando conforme lo andemos.
También es importante prestar atención a las señales, pues siguiendo el símil de la autovía, a lo largo del camino tendremos señales, que nos aconsejarán de muchas maneras cómo debemos comportarnos en cada momento. Nos pueden decir que viene un estrechamiento de calzada, una curva peligrosa un cambio de rasante o cualquier otra cosa que nos ayudará a estar alerta de posibles incidencias.
Socavones en la autovía de la vida
Hay dos socavones grandes en la autovía de la vida, sobretodo al principio de la adolescencia, que unos llevan mejor que otros, como son los estudios y el enamorarse.
El primero, porque no saben todo lo que pueden hacer, lo que pueden hacer no saben para qué les pueda servir, y terminan eligiendo lo que más les suena, porque algo tienen que hacer. Pero estudiar no es un trabajo grato ni fácil para todos y es muy caro, por lo que si las calificaciones no son buenas los padres no podrán seguir apoyando al hijo y esta situación crea mucho mal estar dentro de las familias.

Lo segundo porque físicamente les sucede sí o sí. Su cuerpo se dispara hormonalmente, el ambiente es propicio, todos a su alrededor están en la misma situación y, si son correspondidos, es la sensación más agradable que nunca han sido conscientes de sentir. Esto llevará a que emborrone todo lo demás a su alrededor, convirtiéndose esa sensación en lo único importante en esa época.
Si esta relación se rompe sólo por una de las partes, será uno de los socavones más grandes de donde nuestros hijos tendrán que salir. Sin embargo, este mismo socavón se presentará a lo largo de la vida de las personas si no son capaces de tener relaciones empáticas de larga duración, dando lugar a personas que no son capaces de tener una vida en pareja estable.
Esto no quiere decir que cuando entren en una relación se tengan que apegar a ella, pero una relación es como un negocio, si tú montas un negocio al que dedicas mucho tiempo, energías y estudio cuando vas a crearlo, y una vez lo tienes no trabajas ningún día o lo haces muy poco, cada vez el negocio será menos productivo, te proporcionará menos ganancias y más quebraderos de cabeza.
Una relación, al igual que un negocio, necesita muchísimo tiempo, planificación y estrategias.
Hojas caídas
Cuando ya tus hijos tengan andado gran parte de su camino, un día te sorprenderás cuando estéis todos sentados a una mesa conversando, mientras sus hijos, es decir, tus nietos, corretean por los alrededores. Podrás pensar y dar gracias a Dios, porque en aquel lugar más o menos árido que elegiste junto a tu cónyuge para plantar tu familia, ahora crece un frondoso bosque, y recordarás que algunas veces sufristeis sequías, hasta la extenuación, en otras ocasiones inundaciones que a punto estuvieron de pudrir vuestras raíces; también plagas miles, que las hay por todas partes, pero lo sobrevivisteis y ahora tu cónyuge y tú sois árboles de grueso y duro tronco. A vuestro alrededor vuestros hijos son árboles ya maduros que extienden sus pimpollos a los cuatro vientos, y las hojas caídas, que son las experiencias vividas y la sabiduría acumulada, fertilizan el suelo para que los nuevos arbolitos crezcan más fuertes y mejor arraigados.
Las vivencias, tanto las positivas, como los errores cometidos si aprendemos de ellos, son hojas caídas que fertilizan el suelo, para que los demás vivan mejor.
Me gustaría que me hicieras llegar tus experiencias de hojas caídas en tu vida.
Gracias por tu amabilidad.
[poll id=”3″]

Atreverse a ser

Comentarios en un blog
También te puede interesar

¿Qué causa el sufrimiento?
marzo 13, 2020
¿Oír o escuchar?
mayo 16, 2019