los años
Reflexiones

La balanza de los años

Ay… los años… El otro día en una de esas conversaciones que surgen cuando mi esposo y yo nos sentamos unos momentos, sin ningún propósito preestablecido, me confesó que se daba cuenta que estaba perdiendo muchos reflejos, porque él de jovencito era muy bueno en el fútbol y ahora era incapaz de neutralizar los balones que le lanzaba nuestro nieto de nueve años.

Yo le repliqué que eso era normal. Él entendió que me refería a que era normal por los años que él tiene, 70, pero no, yo no me refería a los años y así se lo expliqué.

Mi esposo cuando era jovencillo pasaba horas pateando el balón, lo mismo que hace nuestro nieto en la actualidad. Pero ahora hace ya muuuchos años que mi esposo no patea un balón ni cinco minutos al mes y si bien eso, al igual que montar en bicicleta, no se olvida nunca, sí que se pierde la flexibilidad y los reflejos, pero no porque tengas más años, sino porque dejas de practicar.

La práctica nos hace diestros

Todos sabemos que cuando somos jovencitos, pongamos entre los diez y los veinte años, y algo nos apasiona, dedicamos a ese algo todo momento del que disponemos. Cojamos como ejemplo el fútbol puesto que es de lo que hablé con mi esposo.

Seguro que si alguien es jovencito y le gusta el fútbol, tendrá un equipo de amigos con los que jugará al menos un día por semana. Además, dedicará cualquier rato después de salir del colegio para patear el balón junto con sus amigos, incluso si está solo pateará el balón contra la pared o tratará de ver cuantos toques puede hacer sin que el balón caiga al suelo. Es decir, que muy fácil cinco o seis horas semanales se dedican a esa actividad que tanto nos apasiona.

Los años y las actividades nos cambian

Años después, cuando ya se desarrolla un trabajo, o tal vez ya tengas tu propia familia, las actividades cambian y los intereses también.

Es fácil ver a un jovencito pateando un balón contra alguna pared él solo, pero no, ver a un hombre de treinta años haciendo lo mismo, aunque disponga de más tiempo que el jovencito para tal fin.

El más mayor dedicará el tiempo a tomar una cerveza con los amigos o a ver en programa en la TV o la computadora, aunque durante unos años seguirá teniendo un equipo con los amigos, para un partido semanal, después del cual, en vez de seguir jugando como los jovencitos, se irán a tomar su buen almuerzo donde hablarán de temas comunes, como el trabajo, el coche, y cosas por el estilo.

Muchas veces por estos años, los adultos se enfrentan a la crianza de sus primeros hijos, pasando de ser los niños que pedían demasiadas golosinas o comida basura a ser quienes las restringen a sus hijos.

Este ejemplo de la comida basura se puede trasladar a cualquier tema, demanda de ropa, demanda de poder ir a donde uno quiera, etc.

Y poco a poco, todo pasa muy deprisa

De repente te das cuenta de que has pasado de ser un jovencito, a ser el progenitor de unos adolescentes, y que la supuesta libertad reclamada cuando tú tenías su misma edad, para hacer o ir donde quisieras está ahora supeditada a las necesidades o conveniencia de tus hijos.

los años
Los años pasan, las habilidades cambian

Sobre los cuarenta y cinco años o los cincuenta, apenas se juega algún partido de fútbol esporádico y toda la pasión de la juventud la volcamos en algún equipo del que somos incondicionales. Hemos cambiado la práctica activa, por la visualización pasiva, pero como somos unos apasionados de ese deporte y de jovencitos éramos buenos, pensamos equivocadamente que seguimos manteniendo la mismas actitudes frente al ejercicio activo. Ese es un gran error, pues nos faltan las cinco o seis horas semanales de práctica activa.

Los años vuelan

Y de pronto un día juegas un poco con uno de tus nietos con el que tienes sesenta y un años de diferencia, él nueve y tú setenta. Te sientes tremendamente orgulloso de su habilidad y tremendamente triste por tu deterioro físico, y piensas: “Es la edad“.

Pero no, no ha sido la edad, ha sido la secuencia natural de la vida y el no ser conscientes de que el que te guste mucho una cosa no hace que seas hábil para ello. Para adquirir o no perder habilidad se tiene que practicar regularmente dicha actividad.

Nuestros nietos también se harán adultos, se enfrentarán a sus quehaceres cotidianos, a la crianza de sus propios hijos, a adquirir nuevas habilidades que harán que progresen no solo en la habilidad de patear un balón, sino en muchas habilidades a las que se tendrán que enfrentar. Seguramente, llegarán a ser unos viejetes (aunque los progresos en medicina y ciencia, puede que modifiquen esta perspectiva), llegarán, como digo, a ser unos viejetes honorables y queridos por todos como sus abuelos.

Balanza de justicia

Culpar a los años de nuestra perdida de habilidades es muy injusto, pues para nada es cierto. Para ser realmente justos lo que debemos de hacer es poner en la balanza de justicia, en un platillo todas aquellas habilidades que hemos perdido y en la otra, todo aquello que nos impidió poder practicar aquello que nos gustaba y que nos hizo mejores personas o más hábiles en otros menesteres.

Como muestra

En el caso de mi esposo (y espero que me disculpe, por usarlo para explicar esto), pero mi esposo en aquel momento que tanto disfrutaba con el fútbol, no conocía todavía el que iba a ser su trabajo por más de treinta años y en el que llegó a ser muy hábil.

Nunca había cocinado nada, y ahora cada semana reúne a la familia alrededor de la paella que él guisa, hace más de veinte años.

Nunca había sembrado un huerto, y ahora disfrutamos de los productos que él siembra.

Ha atendido a enfermos, entre ellos a sus padres, a los míos y a mí misma y os puedo asegurar que en ninguna otra actividad, su presencia ha tenido más valor. Ha hecho tropecientas mudanzas de familiares y amigos. (Tropecientas es un número indeterminado, pero muy grande para lo que quiere expresar)

Ha aconsejado serena y diestramente a los más jóvenes.

También ha pintado tropecientas paredes, ayuda a todo el mundo si está en su mano el hacerlo, y sobre todo es un anfitrión maravilloso, sin dobleces, que se desvive por todos, y un largo etcétera de otras muchas cosas y habilidades que han hecho de él una persona muy querida por todos.

Míralo así

Entonces míralo así, cuando pienses que has perdido alguna habilidad, recuerda cuando fue la última vez que la mostraste y pon en el otro platillo de la balanza lo que has aprendido o hecho desde entonces y cómo has servido a los demás estos años, y verás que si has perdido algo, has ganado mucho más y de más valor.

Tal vez te apetezca contarme qué has perdido y qué has ganado a lo largo de los años de tu vida.

Gracias por tu atención.

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