hábito
Reflexiones,  Vivencias personales

Nuevo hábito

Adquirir un hábito nuevo no es tan difícil, basta con que seas capaz al menos durante tres semanas de hacer todos los días aquello que te propones implementar en tu vida, bien sea aprender un nuevo idioma, una rutina de ejercicios, o cualquier otra cosa. Dicho así no parece tan difícil, entonces… ¿Por qué nos cuesta tanto? ¿Cómo no somos capaces de conseguir eso que nos gustaría? ¿Por qué, por qué?

Tal vez sería conveniente que anotaras ahora mismo en un papel o en tu bloc de notas del móvil, qué es lo que te gustaría conseguir y no lo consigues. Tal vez perder peso, hacer ejercicio, bailar sevillanas… ¿Qué es? ¿Qué es eso que te gustaría hacer y no lo consigues?

Bien, ahora que ya lo tienes por escrito, escribe también que es aquello que piensas que te lo impide.

¿Ya lo has escrito? Ahora lee que es aquello que te lo impide.

¿Ya lo has leído? Ahora reflexiona sinceramente sin hacerte trampas, si eso que piensas que te impide lograr tu meta es verdad.

Mis impedimentos

Desde mi más tierna infancia yo siempre quería ser escritora, pero de joven pensaba que no tenía los conocimientos suficientes. Me casé muy joven y me dediqué a la crianza de mis hijos y a trabajos ocasionales de varios meses al año. Además, mi salud no era siempre óptima. Cuando mis hijos fueron más grandes, comencé a trabajar fija en alguna empresa.

Cuando mi hija pequeña se casó, yo ya tenía nietos de los dos mayores.

Os cuento esto para que comprendáis mis impedimentos.

No tenía conocimientos, la familia y el trabajo no me dejaban tiempo, y mi salud no era buena.

Seguro que alguno de estos impedimentos los tenéis vosotros también, sino todos, al igual que yo.

Pero… un día decidí obviarlo todo y escribir una novela.

Tomar la decisión

Creo que nunca olvidaré la noche que tomé la decisión. Aquella noche mi esposo y yo habíamos quedado con unos amigos para ir a bailar. Como vivimos en el campo, necesitamos coger el coche para todo. Aquella noche el trayecto era de apenas unos 25 kilómetros. Mientras mi esposo conducía le dije:

– ¿Sabes qué? Voy a escribir una novela.

– Me parece bien. Respondió. Pero por si no sabía lo que eso podía suponer le expliqué.

– Sí, la voy a escribir, aunque para ello tenga que dejar el trabajo, aunque no atienda la casa, aunque no os haga la comida, voy a dedicarme a escribir una novela.

– Me parece bien, volvió a responderme dejándome desarmada. Por lo que me sentí en la obligación de justificarme, explicándole.

– Sí, porque si no lo hago siempre diré, es que no tenía tiempo, por el trabajo, o por la casa, o por los niños, o por cualquier otra cosa y hasta es posible que sienta rencor por no haber podido desarrollar mi ilusión, y como no quiero culpar a nadie de nada, voy a escribir una novela.

Cómo era mi situación

Por aquel entonces yo trabajaba de jornada completa de lunes a viernes, la ida y vuelta del trabajo me consumía unas dos horas y para entonces todos mis hijos ya tenían hijos, es decir, en ese momento tenía cuatro preciosos nietos, que venían los fines de semana a comer a casa, junto con mis hijos.

En resumidas cuentas, mi situación era la siguiente de las 24 horas del día: pongamos que dormía 8 por lo que me quedaban 16 horas, de las cuales entre el trabajo y el desplazamiento sumaban 10 horas diarias, por lo que restaban 6 de las cuales unas 3 horas diarias las usaría entre las comidas y la higiene personal, contando que de vez en cuando es necesario arreglarse el pelo, las uñas, la depilación… En fin, todo lo que supone la higiene cotidiana. Por lo que solo me quedaban tres horas al día para adecentar un poco la casa, preparar comidas y cenas y escribir. Dejando la limpieza de casa y la compra para el sábado, que como he dicho, venían mis hijos y nietos a comer tanto el sábado como el domingo.

CÓMO LO HICE

Pues lo cierto es que no lo sé muy bien cómo lo hice. Recuerdo de algunas temporadas que me despertaba a las 4 de la madrugada y escribía hasta las 6. En otras ocasiones, tomaba cualquier cosa para comer y me quedaba escribiendo en el despacho hasta que comenzaba el trabajo de la tarde.

El caso es que no sé muy bien cómo lo hice, pero lo hice, y sin abandonar ninguna de las actividades que hasta entonces conformaban mi vida. Posiblemente mi casa en ese tiempo no estaría lo atendida que debiera y seguramente, como bien te podrás imaginar, no conocía ningún programa de TV ni ningún otro entretenimiento. Y aquí es donde quería llegar con los nuevos hábitos. Si realmente quieres algo, tendrás que estar dispuesto a pagar el precio.

Yo había manifestado que estaría dispuesta a dejar el trabajo, dejar de atender por un tiempo a mi familia, pero hasta llegar a pagar ese precio hay muchas cosas con las que se puede pagar una ilusión. No tendría sentido, por ejemplo, que les dijera a mis hijos que no vinieran a comer un domingo porque tenía que escribir y luego me pasara tres horas viendo una película en la TV.

VACÍA EL ARMARIO DE COSAS QUE NO SIRVEN ANTES DE COLGAR LO NUEVO

Cuando te compras alguna pieza de ropa nueva que te hace mucha ilusión y la cuelgas en un armario abarrotado de cosas que ya no te sirven, porque ya no te ajusta la talla o simplemente hace mucho tiempo que no te la pones porque ya no es lo que se lleva, pero no te deshaces de ella porque aún está nueva o por si en alguna ocasión la puedes necesitar… La pieza nueva se desluce. Es como si lo viejo que lleva allí tristemente colgado le pasara sus vibraciones de dejadez y de inutilidad. La pieza nueva pronto pierde la energía que te producía al ponértela cuando la compraste.

Tienes que vaciar el armario de cosas que en este momento no sirven. La ropa nueva tiene que sentirse holgada en el armario, para que cuando lo abras ella te pueda trasmitir la energía del primer día.

Eso mismo se tiene que hacer cuando queremos adquirir un hábito nuevo, tenemos que proporcionarle espacio, de lo contrario no obtendremos la satisfacción pretendida y si bien adquirir un hábito nuevo es sumamente fácil, el ejercicio de dejarle sitio es sumamente difícil.

El difícil reto de pagar el precio

Imaginemos que tenemos un problema de salud y sobrepeso y el especialista incrementa nuestra dieta con una fruta más al día y nos recomienda a la hora de la cena un plato de verduras a la plancha en lugar de las crujientes papas fritas que tanto placer nos aportan después de un duro día de trabajo.

Te puedo asegurar que en pocas semanas nos acostumbramos a las verduras, pero renunciar al hábito de las papas es mucho más duro.

Imaginemos que con el mismo problema antes mencionado, lo que nos aconseja el especialista es una hora de deporte al día y el único tiempo de que dispones es la hora después de la jornada laboral. Sin embargo, ese momento es el que empleas para tomar una cerveza con los amigos.

Te aseguro que es mucho más difícil dejar el hábito de tomar la cerveza con los amigos que la práctica del deporte.

Pero ese es el precio, hacer hueco para las cosas nuevas.

De manera que si anotaste algún hábito nuevo que te gustaría implementar en tu vida, no culpes a nadie, solo busca la manera de pagar el precio.

Me gustaría saber qué hábito nuevo te gustaría tener en tu vida, o tal vez son varios, ¿me los cuentas?

Gracias por tu atención.

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